jueves, 20 de septiembre de 2007

Está en el contrato laboral

Según las costumbres islámicas una mujer no puede estar a solas con un hombre que no sea su padre, hijo, sobrino, tío, hermano, marido u otro miembro de la familia. Costumbre que complica las cosas cuando un hombre y una mujer deben compartir una oficina. Por ejemplo, los jefes no pueden hacerles dictados a sus secretarias a solas, o tienen que buscarse secretarios bien machos.


A la luz de ésta cuestión un clérigo llamado Ezat Atiya lanzó un decreto religioso en el cuál decía que si una mujer amamanta a un hombre cinco veces ella se convierte en su madre de leche, creando así un vínculo que les permite permanecer en soledad. Claro que las sesiones de amamantamiento deberá hacerse en público.


Esta idea buena onda le costó el trabajo al señor Atiya. Lástima que lo destituyeran de su cargo antes de que pudiese expedirse sobre la forma en que los hombres pueden convertirse en padres de leche.




Fuente: ABC.es

domingo, 16 de septiembre de 2007

Bienvenido al infierno

Te dieron libertad por un momento y luego te volvieron a encerrar.


Te sirvieron ambrosía y en medio del banquete te quitaron el plato para volver a la inapelable dieta de arroz mal hervido.


Mojaste tus labios con néctar para luego beber insípida agua.


Cortaron la rutina de vídeos de pastores de religiones diversas para que veas el vídeo de "Chachi" Tedesco. Pero los pastores volvieron.


Te dejaron tomar una bocanada de aire para volver a hundir tu cabeza en el agua.


Abrieron la puerta de tu jaula y te dejaron volar en libertad. A los pocos metros ya estaba enjaulado de nuevo.


Te mostraron que se podía ser feliz sólo para que la vida a la que estás acostumbrado sea mas desagradable y sufrida que antes.


Ahora, amigo mío, sabes que existe algo mejor. Ahora sabes que se puede ser feliz, pero no te dejarán serlo.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Amor Eterno

Caminaba mirando al suelo. Como es costumbre en mí cuando camino inmerso en mis más vulgares pensamientos. No sé porqué levanté la cabeza para mirar al horizonte y fue en ése momento que, como por arte de magia, entraste en mi vida. Lentamente fuiste apareciendo en la esquina. Caminabas hacia mí y yo comencé a flotar hacia ti. Unos 50 metros de trayecto nos separaban, pero nuestro encuentro era inminente. Sólo había que saber esperar.


Mi corazón se aceleraba a medida que la distancia se acortaba y podía ver mejor tu rostro. Venías como perdida en otro mundo. Como esas personas que deambulan tratando de solucionar mentalmente sus problemas. Esa expresión me hizo pensar que lo nuestro nunca podría ser. Pero entonces ocurrió el milagro, lo inesperado: me miraste. Por un segundo, o quizás menos, pero me miraste. Nuestras miradas se cruzaron y en ése instante el tiempo se detuvo. Nuestras miradas se cruzaron y por un instante fuimos uno.


Nos cruzamos y, a pesar de lo mucho que me hubiese gustado, nuestros hombros no se tocaron. Nuestras manos no se rozaron.


Nos cruzamos y pude sentir tu perfume, que flotaba en el aire, diluirse a medida que nos separábamos.


Caminaremos el mundo. En otras veredas encontrarás otros, y yo encontraré otras. Pero ya no será lo mismo. Lo nuestro fue especial. Lo nuestro fue distinto. Lo nuestro fue único.


Lo nuestro fue efímero, pero perfecto. Lo nuestro no fue, y si fue. Lo nuestro es el verdadero y único amor eterno.