No tengo que llamarla. Aunque me esté muriendo por llamarla para escuchar su voz y preguntarle cómo está, con la secreta esperanza de que me diga que desde que nos separamos no puede dormir y se quiere arrancar los ojos por haberme dejado, no tengo que llamarla. Mi orgullo tiene que ser mas fuerte.
Si ella me dejó corresponde que ella me llame para decirme que se arrepintió. Claro que yo la atendería con aires de indiferencia. Después arreglaríamos para encontrarnos en algún lugar y conversar. La conversación terminaría en reconsiliación y todos felices. Pero no voy a ser yo quien levante el teléfono y haga la llamada, le corresponde a ella.
Quizás se cortaron las líneas teléfonicas en su área y por eso no ha podido llamarme. Má si, yo la llamo.
Tarda en conectar la llamada. Ahí empezó a sonar. ¿Empezó a sonar?, entonces corto. Si el teléfono suena quiere decir que no me llamó porque no quiso. No tiene excusa para no haberme llamado. Infeliz.
Entonces... si el teléfono funciona a lo mejor el problema lo tuvo ella. ¿No habrá tenido un accidente?. Quizás la atropellaron y está en el hospital. Sería de buen ex novio llamarla para ver cómo está y si me dicen lo del accidente ir a visitarla. Llevar un pequeño ramo de flores. No muy pequeño para que no parezca de compromiso y no muy grande para que no se noten mis intenciones de reconquistarla. Moribunda en su cama me tomaría la mano y me diría que eso no hubiese pasado si yo hubiese estado con ella, y me pediría que nunca más nos separemos. Sería un héroe salvador y un romántico que le lleva flores al hospital. Si, ¡la llamo!.
Suena una vez, suena dos veces, suena tres... alguien levanta el teléfono... ¡es ella!. Corto. ¿Cómo puede ser que no se le haya caído un piano encima?. Me la quiere hacer difícil. El teléfono funciona y ella está bien. Entonces, ¿Por qué no me ha llamado?.
Camino de lado a lado pensando qué está pasando. Seguramente ella está igual que yo, ansiosa junto al teléfono mordiendose los dedos para no llamarme. Con la mirada fija en el aparato esperando que suene con la esperanza de que sea yo el que la llame. Esperando que al atenderme me quiebre y le pida, bañado en llanto, de que me perdone y volvamos a intentarlo. Pero no le voy a dar el gusto. Ya descubrí cuál es su juego. Que se joda, porque yo no la llamo.
Me voy a la cama y espero que me dé sueño. Una oveja... Dos ovejas... Tres ovejas... Cuatro, Ochenta y tres, Cincuenta y dos... ¡NO!, ése es el teléfono de ella. Tengo que encontrar una forma de sacarmela de la cabeza.
Mis piernas me llevan, contra mi voluntad, hasta la silla frente al teléfono. Me siento y lo veo, pero agarro mis manos a la espalda para no hacer ninguna tontería. Sin darme cuenta mi frente, con una destreza que desconocía, golpéa el tubo que da 2 vueltas en el aire y cae en la mesa. Escucho el sonido que salé del auricular. Ése interminable Tuuuuuuuuu me invita a marcar el número, a llamarla. Pero yo soy más fuerte y mantengo mis manos en la espalda. Un aparato con sonido onomatopéyico no me va a doblegar. Mientras mi cerebro se ocupa de mantener mis manos alejadas del teclado, mi cabeza marca el número con la nariz y luego se pone contra el tubo.
Atiende ella otra vez. Su "Hola" es más dulce y adictivo de lo que había pensado. Me muerdo los labios para no decirle que la amo. Lo único que sale de mi boca es un "ah... em... um..." casi jadeante. "¿Quién habla?" pregunta comenzando a alterarse. Me doy cuenta de lo desagradable de mis sonidos y me callo completamente. Pero la respiración se me agita, el esfuerzo por permanecer callado es demasiado y la presión comienza a notarse en mi respiración. Ella, del otro lado, escucha mi respiración agitada. Grita "Degenerado" y cuelga en lo, que me parece, fue un golpe brusco contra el teléfono. Incluso su último grito me pareció dulce y adictivo.
Tengo que llamarla. Volver a escuchar su voz. Estoy empezando a sufrir un síndrome de abstinencia que me vuelve loco. Pero necesito una buena excusa, porque llamarla sólo para hablar es de perdedor.
Podría pedirle que me devuelva uno de los CD que le presté. No serviría, nunca la presté un CD porque no nos gusta la misma música.
Entonces un libro. Pero yo no leo ni los chistes del diario, ¿qué libro le voy a pedir?.
En el tiempo que mi cerebro busca en el cajón de excusas mis dedos, sin pedir permiso, marcan su número como un reflejo condicionado. Antes que suene 2 veces me atienden del otro lado. Es una mujer, pero su voz no tiene la suavidad que estoy buscando. Reconozco de inmediato a su madre y tras saludarla amablemente pregunto por el centro de mi universo. Sin decirme nada la arpía esa con la que siempre guardamos un profundo y declarado odio recíproco dejó el teléfono y me anunció en forma despectiva y con un marcado desgano.
Siento sus pasos acercandose al teléfono. Rítmicos. Armoniosos. Mi corazón comienza a agitarse mientras ella se acerca. La espera se termina y siento la dulzura que sale de sus labios cruzar la línea telefónica hasta mi oído izquierdo. Contesto a su distante saludo y es en ése momento dejo toda mi suerte en manos de mi cerebro. Espero que estando bajo presión saque de la manga una excusa impecable y ponga en vías el tren de la conversación con destino a la felicidad eterna.
Abro la boca y sin siquiera tener que pensar largo las palabras mágicas: "Llamaba para ver cómo está tu mamá". Tras un pequeño silencio contestó "¿Por qué no le preguntaste cuando te atendió?". El tren de la conversación descarriló.
Cuelgo el teléfono y me quedo sentado mirando el aparato satisfecho por lo hecho. Fueron los 12 segundos de puro silencio más lindos de mi vida. No me quedan dudas que está profundamente enamorada de mi. Quiere disimularlo. Busca ocultarlo. Pero a mi no me engaña.
Mañana la llamo para preguntarle por el perro y la invito a tomar algo.