Según las costumbres islámicas una mujer no puede estar a solas con un hombre que no sea su padre, hijo, sobrino, tío, hermano, marido u otro miembro de la familia. Costumbre que complica las cosas cuando un hombre y una mujer deben compartir una oficina. Por ejemplo, los jefes no pueden hacerles dictados a sus secretarias a solas, o tienen que buscarse secretarios bien machos.
A la luz de ésta cuestión un clérigo llamado Ezat Atiya lanzó un decreto religioso en el cuál decía que si una mujer amamanta a un hombre cinco veces ella se convierte en su madre de leche, creando así un vínculo que les permite permanecer en soledad. Claro que las sesiones de amamantamiento deberá hacerse en público.
Esta idea buena onda le costó el trabajo al señor Atiya. Lástima que lo destituyeran de su cargo antes de que pudiese expedirse sobre la forma en que los hombres pueden convertirse en padres de leche.
Fuente: ABC.es