jueves, 21 de agosto de 2008

"Vos no me querés porque...

...soy gorda", me dijo. "Pero yo voy a bajar de peso y te vas a enamorar de mí".


Primero contuve una sonrisa por no creer lo que me estaba diciendo. La verdad es que no la quiero simplemente porque no la quiero. Cualquier otra cosa que venga a completar la frase "no te quiero porque..." no sería más que una excusa y, seguramente, una mentira.


Si pudiera entender que "no estoy listo para formar una pareja" quiere decir "no estoy listo para formar una pareja con vos". Si viese que cuando le digo "no sos vos, soy yo" me gustaría terminar diciendo "soy yo el que quiere a otra persona a su lado".


¿Tanto cuesta aceptar un rechazo?


Todavía recuerdo el día en que me dejó diciendo que yo era buena persona y merecía estar con la mujer que quiera. Un poco raro viniendo precisamente de la mujer con la que quería estar, justo en el momento que me estaba dejando.


Poco demora uno en darse cuenta que en realidad no lo quieren, lo que puede llevar tiempo es aceptarlo.


Intentos de reconciliación en todas las formas. Llamadas de teléfono con excusas poco creíbles, ostentosos regalos aprovechando la llegada de un cumpleaños, interminables cartas de amor que recién ahora se acuerda de escribir (en años de noviazgo no escribió ni media frase), horas al acecho pensando que no se da cuenta.


Hay que vivir y dejar vivir. Por eso brindo por los que saben cuándo es el momento de partir y lo hacen silenciosamente, sin dar portazos. Porque al igual que en las películas, un mal final puede venir a arruinar toda la historia. Y es mejor guardar un buen recuerdo de lo que alguna vez fuimos, y no el amargo sabor de cómo nos separamos.