A pesar de la poca publicidad, y los intentos de otras creencias por quitarles credibilidad, las creencias religiosas de pueblos antiguos han llegado hasta nuestros tiempos con relativa fuerza y bajo el nombre de mitologías.
Los indicios más antiguos de la existencia de una religión vienen de Egipto y de unos 5.000 años antes de Cristo.
Si bien los nombres de los dioses y las formas de honrarlos variaban de un pueblo a otro, todos ellos utilizaban a estos seres superiores para explicar fenómenos naturales cuya razón de ser desconocían. Desde el vital e imprescindible sol, utilizado como dios supremo en casi todos los casos, hasta cuestiones más mundanas como el vino y las celebraciones estaban representadas por sus dioses.
A lo largo del tiempo las ciencias fueron encontrando explicación para los distintos hechos cotidianos y dejando sin trabajo a muchos dioses, obligando a las religiones a optar por una estructura monoteísta.
Sin embargo gran cantidad de historias de la mitología de los pueblos antiguos llegaron hasta nuestros días, y sirvieron de fuente de inspiración para muchos escritores y artistas de nuestra época, especialmente aquellos inclinados a la fantasía como J. R. R. Tolkien quien inspiraba toda sus escritos sobre Tierra Media en la mitología Nórdica, aunque también pueden encontrarse detalles mitológicos en creaciones de otra índole. La gran y misterios estatua de la serie Lost es, ni mas ni menos, que una divinidad Egipcia, o el dios Thor convertido en superhéroe por Marvel.
La presencia de dioses imperfectos, vengativos y cercanos a los humanos en sus deseos explicaban porqué los mismos hombres tenían ése tipo de comportamiento.
La mitología poseía un alto contenido poético y utilizaban metáforas para explicar los distintos planteos filosóficos sobre la vida.
Un ejemplo de éste tipo de dioses puede encontrarse en la historia griega sobre Ixión.
Tras asesinar al padre de su esposa empujándolo a un foso lleno de carbones ardiendo, Ixión no logró ser purificado por ninguno de los reyes vecinos, obligándolo a vivir sólo, sin poder tener contacto con ningún ser humano.
Ixión imploró perdón a Zeus, príncipe de los dioses, quién decidió perdonarlo y lo invitó a la mesa de los dioses. Ixión no tuvo mejor forma de agradecerle a Zeus que intentando seducir a su esposa, Hera. Zeus se enteró de lo sucedido y decidió ponerle una trampa al ingrato invitado.
Zeus hizo que se apareciese frente a Ixión una nube con la forma de Hera llamada Néfele. Ixión no notó la diferencia y de la unión de ellos nació el niño Centauro.
Tarde descubrió Ixión que aquella figura frente a él no era quien él creía. Y los hombres, bajo condiciones de enamoramiento, muchas veces actuamos así. Pensamos que la mujer frente a nosotros e una distinta, es aquella que nosotros quisiéramos que sea. Nos lanzamos sobre ella sólo para descubrir, la mayoría de las veces, que no es más que una nube y que ésa nube es una trampa al borde del abismo.
Pero por suerte, y esto no ocurre con frecuencia. Esa figura que hemos construido en nuestra cabeza se parece bastante a la mujer frente a nosotros, y en esos casos nos salvan de la caída al abismo.
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