jueves, 21 de agosto de 2008

"Vos no me querés porque...

...soy gorda", me dijo. "Pero yo voy a bajar de peso y te vas a enamorar de mí".


Primero contuve una sonrisa por no creer lo que me estaba diciendo. La verdad es que no la quiero simplemente porque no la quiero. Cualquier otra cosa que venga a completar la frase "no te quiero porque..." no sería más que una excusa y, seguramente, una mentira.


Si pudiera entender que "no estoy listo para formar una pareja" quiere decir "no estoy listo para formar una pareja con vos". Si viese que cuando le digo "no sos vos, soy yo" me gustaría terminar diciendo "soy yo el que quiere a otra persona a su lado".


¿Tanto cuesta aceptar un rechazo?


Todavía recuerdo el día en que me dejó diciendo que yo era buena persona y merecía estar con la mujer que quiera. Un poco raro viniendo precisamente de la mujer con la que quería estar, justo en el momento que me estaba dejando.


Poco demora uno en darse cuenta que en realidad no lo quieren, lo que puede llevar tiempo es aceptarlo.


Intentos de reconciliación en todas las formas. Llamadas de teléfono con excusas poco creíbles, ostentosos regalos aprovechando la llegada de un cumpleaños, interminables cartas de amor que recién ahora se acuerda de escribir (en años de noviazgo no escribió ni media frase), horas al acecho pensando que no se da cuenta.


Hay que vivir y dejar vivir. Por eso brindo por los que saben cuándo es el momento de partir y lo hacen silenciosamente, sin dar portazos. Porque al igual que en las películas, un mal final puede venir a arruinar toda la historia. Y es mejor guardar un buen recuerdo de lo que alguna vez fuimos, y no el amargo sabor de cómo nos separamos.

domingo, 20 de julio de 2008

Las hetairas

Tenemos a las hetairas para el placer, a las criadas para que se hagan cargo de nuestras necesidades corporales diarias y a las esposas para que nos traigan hijos legítimos y para que sean fieles guardianes de nuestros hogares.


Demóstenes (384 a.c. - 322 a.c.)


Cómo y cuándo se originó no se sabe a ciencia cierta, pero existen archivos muy antiguos que dejan constancia de la existencia de la prostitución en el siglo V ó VI a.c.


Algunos pueblos antiguos, como el griego, diferenciaban a las prostitutas del resto de las mujeres, dándole mayores privilegios.


Las hetairas, o heteras, eran prostitutas muy bellas y con un alto nivel de educación, en una época en la que las mujeres eran consideradas como un mal necesario que sólo servían para procrear y no recibían ningún tipo de educación. Algunos historiadores aseguran que algunas hetairas recibieron funerales con mayores honores que muchos hombres de estado. Las hetairas servían como damas de compañía y también prestaban favores sexuales.


Estas mujeres, por su belleza y educación, llegaron a acompañar a filósofos, artistas y políticos muy influyentes en la antigua Grecia. Aspasia fue compañera de Pericles, y hay quienes dicen que ella tuvo mucho que ver en las decisiones del político y orador ateniense.


Friné era vendedora ambulante y pastora, pero su belleza cautivó a un hombre que la llevó a Atenas para que pudiera estudiar en la escuela de hetairas. Luego Friné se convirtió en la amante y musa inspiradora del célebre escultor Praxíteles.


El artista quiso regalarle a su compañera una de las esculturas que había hecho como forma de pago por sus servicios. Friné no entendía de arte y no sabía cuál de las esculturas elegir, por lo que ideó un plan para tomar la decisión. Pidió a un criado que durante la cena entrara al salón gritando que el estudio estaba en llamas. Al escuchar ésto Praxíteles pidió que salvaran la estatua de Eros, y fue justamente ésa escultura la que Friné pidió. Luego la hetaira entrego dicha pieza a su ciudad natal.


Por su belleza, Friné fue comparada constantemente con la diosa Afrodita, lo que provocó que fuese acusada de impiedad, el mismo cargo por el cual Sócrates fue condenado a muerte. El defensor de Friné fue Hipérides, uno de los mejores oradores de la época. Aún así, los argumentos esgrimidos por el defensor no lograban convencer al jurado para absolver a la acusada. Como último recurso Hispérides hizo que Friné se desnudara frente a todos para demostrar que su belleza era comparable con la de una diosa. El jurado, casi sin deliberar, decidió absolverla de manera unánime.