Desde el momento que nacemos no hacemos otra cosa mas que acercarnos lentamente al momento de nuestra muerte. Esa inexorable marcha hacia el trágico destino que nos aguarda es lo que nos obliga a hacer algo antes de que nuestra hora llegue. Hace tiempo que vengo masticando ésta idea y cómo se aplica, en particular, a la muerte del deseo y del amor. El otro día estaba buscando unas cosas de Alejandro Dolina en internet y encontré un texto que viene como anillo al dedo para ésta humilde entrada:
"El hombre se va a morir, pero tiene apetito de eternidad. El hombre es mortal y es esa tragedia la que lo hace libre, la que lo convierte en constante posibilidad. Posibilidad de caída o de salvación. El hombre se va a morir y por eso ama, y por eso escribe poemas."
Es decir, el hombre busca trascender y lo busca realizando tareas que perduren mas allá de la muerte. Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Como queda claramente expuesto, es la finitud de nuestra existencia lo que nos hace ponernos en marcha. La inmortalidad quizás sea el mas temible enemigo de la iniciativa.
Hagase el siguiente experimento: preguntar a una persona qué haría si supiese que inevitablemente la queda 1 mes de vida. Gastar los ahorros, decir cosas que antes no se animaba, besar a aquella chica que le gusta desde el colegio pero nunca se animó a confesarlo. Seguramente casi todas, cuando no todas las respuestas, seguiría el precepto "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy".
Traslademos ésta idea al plano amoroso. ¿Está mal pensar que una relación no va a durar para siempre?. Muy posiblemente sea ése pensamiento el que salve a una relación de convertirse en una costumbre. Probablemente esa idea evite que la pasión sea rutina. Al pensar que el amor puede morir, todo los días va a hacer algo por reconquistar a su pareja y procurará disfrutar al máximo lo que tienen, pensando que algún día puede terminar. Y si todos los días hace algo por reconquistar a su pareja seguramente el amor durará mas tiempo. Y si disfruta cada momento con su pareja, el día que se termine no podrá reprocharse por no haberlo disfrutado.
Por eso creo que tanto en la vida como en el amor a la muerte hay que respetarla, no temerla.