sábado, 30 de junio de 2007

Nos corre la muerte

Desde el momento que nacemos no hacemos otra cosa mas que acercarnos lentamente al momento de nuestra muerte. Esa inexorable marcha hacia el trágico destino que nos aguarda es lo que nos obliga a hacer algo antes de que nuestra hora llegue. Hace tiempo que vengo masticando ésta idea y cómo se aplica, en particular, a la muerte del deseo y del amor. El otro día estaba buscando unas cosas de Alejandro Dolina en internet y encontré un texto que viene como anillo al dedo para ésta humilde entrada:


"El hombre se va a morir, pero tiene apetito de eternidad. El hombre es mortal y es esa tragedia la que lo hace libre, la que lo convierte en constante posibilidad. Posibilidad de caída o de salvación. El hombre se va a morir y por eso ama, y por eso escribe poemas."


Es decir, el hombre busca trascender y lo busca realizando tareas que perduren mas allá de la muerte. Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. Como queda claramente expuesto, es la finitud de nuestra existencia lo que nos hace ponernos en marcha. La inmortalidad quizás sea el mas temible enemigo de la iniciativa.


Hagase el siguiente experimento: preguntar a una persona qué haría si supiese que inevitablemente la queda 1 mes de vida. Gastar los ahorros, decir cosas que antes no se animaba, besar a aquella chica que le gusta desde el colegio pero nunca se animó a confesarlo. Seguramente casi todas, cuando no todas las respuestas, seguiría el precepto "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy".


Traslademos ésta idea al plano amoroso. ¿Está mal pensar que una relación no va a durar para siempre?. Muy posiblemente sea ése pensamiento el que salve a una relación de convertirse en una costumbre. Probablemente esa idea evite que la pasión sea rutina. Al pensar que el amor puede morir, todo los días va a hacer algo por reconquistar a su pareja y procurará disfrutar al máximo lo que tienen, pensando que algún día puede terminar. Y si todos los días hace algo por reconquistar a su pareja seguramente el amor durará mas tiempo. Y si disfruta cada momento con su pareja, el día que se termine no podrá reprocharse por no haberlo disfrutado.


Por eso creo que tanto en la vida como en el amor a la muerte hay que respetarla, no temerla.

martes, 5 de junio de 2007

El Laberinto de Creta

Según la mitología Griega, el dios Poseidón había cumplido con unos pedidos de Minos, rey de Creta, y éste último debía pagarle sacrificando un toro blanco. A último momento Minos se arrepintió y reemplazó aquel toro sacrificando uno distinto. Poseidón se vió insultado por la decisión del rey y como medida punitivo hizo que Pasífae, esposa de Minos, se enamorara del toro.


Pasífae intentó seducir al animal por todos los medios. Pero es proverbial el desinterés que los toros presentan ante reinas en celos. Como la pasión de Pasífae era ya incotenible, pidió ayuda a Dédalo, un arquitecto y artesano que se dedicaba a entretener al rey y a sus hijos construyendo muñecos de madera. Dédalo construyó entonces una vaca de madera en la que la reina se ocultó y así recibir los favores amorosos del toro que tanto amaba.


Tiempo después y como fruto de aquella unión nació Asterion, el Minotauro. Asterion era una criatura con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Aterion sólo se alimentaba de carne humana y a medida que crecía se iba volviendo mas salvaje.


Minos, viendo que llegaría un día en el que el Minotauro se volvería incontrolable, le ordenó a Dédalo que construyera una prisión gigante para la criatura. Así fue que Dédalo construyó un enorme laberinto con una única entrada y en cuyo centro dejaron abandonado al Minotauro. Para que nadie supiera nunca cómo salir del laberinto el rey encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro en una torre.


Durante mucho tiempo Atenas estuvo bajo el asedio del rey Minos y sólo la libero imponiéndoles la obligación de entregar 7 hombres y 7 mujeres vírgenes en sacrificio al Minotauro por año.


El tributo se mantuvo hasta que Teseo, hijo del rey de Atenas decidió integrar el grupo de jóvenes que serían sacrificados para poder matar el mismo al Minotauro.


Cuando Teseo se presentó en Creta Ariadna, hija del rey Minos se enamoró del el le pidió que no entrase al laberinto. Pero Teseo se negó a dejar que el Minotauro siguiese con vida, por lo que Ariadna le dió un ovillo de hilo para que pudiese encontrar la salida del laberinto una vez hubiese matado al monstruo.


Según lo planeado, Teseo mató al Minotauro y pudo encontrar la salida del laberinto gracias al hilo que le había dado Ariadna. Luego Teseo y Ariadna, acompañados por los otros jóvenes que formaban parte del sacrificio, agujerearon los barcos cretenses para evitar ser seguidos y escaparon en la embarcación del príncipe de Atenas.


Lo que sucedió con el toro blanco que era el verdadero padre del Minotauro, cómo Dédalo escapó de la torre, la muerte de Minos y sus actividades en el más allá, las tragedias que esperaban a Teseo en su regreso a Atenas y el por qué Ariadna no completó aquel viaje junto a él son otras historias.