"Hubiera dado el mundo por haber tenido valor para decir la verdad, para vivir la verdad."
Oscar Wilde
Perdió noción del tiempo, pero el sonido del segundero ya se había convertido en una tortura china. Una gota de agua helada que se repetía sobre su frente.
Simplemente estaba sentado frente a aquel sobre marrón. En su interior estaba la respuesta a la pregunta que hacía tiempo merodeaba en su cabeza. Aquella pregunta que había surgido un día. Era una pregunta casi obvia con una respuesta trascendental.
Al principio intentó no pensar en eso. En todos lados buscaba, y creía encontrar, señas, indicios que le permitieran creer que la respuesta era la que deseaba. Pero con el tiempo no fue suficiente. Empezó a darse cuenta que interpretaba aquellas señales como a él le convenía y la pregunta en su cabeza fue cobrando fuerza, haciéndose oír cada vez mas y mas.
Nunca se había animado a hablar con nadie de ése tema. Y finalmente hizo lo necesario para aclarar sus dudas. De no haber hecho nada su vida hubiese continuado normalmente, pero con la interrogante siempre latente. De las dos respuestas posibles, una le permitiría seguir con su vida ya si el continuo martirio en su cabeza; y la otra simplemente haría que las paredes a su alrededor su desplomaran, el techo se le viniera encima y el suelo bajo sus pies se desmoronara. Su mundo colapsaría y ya no habría vuelta atrás.
Por eso ahora dudaba. Por eso el sobre estaba sobre la mesa, a sólo unos centímetros de distancia, y sus manos no se animaban a abrirlo.
Dió un par de vueltas por la habitación volviendo su mirada sobre el sobre una y otra vez, como si tuviese miedo de que se fuera volando. Repasaba en su mente cómo sería su vida con cada una de las posibles respuestas, y se preguntaba si no sería posible desaparecer el sobre y seguir viviendo con la duda. Tenía mucho mas para perder que para ganar. Pero ya había llegado tan lejos para saber la verdad que rendirse ahora simplemente no tendría sentido. "La verdad te hará libre", se dijo a sí mismo.
Creía saber cuál era la respuesta, pero no quería pensar en eso hasta no leerlo por lo menos un par de veces para estar seguro.
Finalmente se armó de coraje y tomó el sobre. Despacio y con cuidado cortó uno de sus lados. Con dos dedos tomó la hoja en su interior y muy lento la fue deslizando. Un momento antes de que la verdad saliera a la luz, cerró los ojos con fuerza, respiró profundo y su corazón se detuvo por un instante.
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