martes, 14 de julio de 2009

Los siameses

Dicen que en una vieja casa del barrio vivían unos hermanos siameses capaces de predecir el futuro. Según los dichos de los vecinos, Apolo con una mano les había dado el don de ver el futuro y con la otra mano la maldición de mal interpretarlo. Al ser consultados sobre lo que el destino tenía planeado, cada uno de los hermanos daba una versión distinta del porvenir.


Fácil de solucionar el problema si se supiera cuál de ellos tenía la versión correcta y cuál entendía mal los mensajes oraculares. Pero en ocasiones uno de los hermanos era el que estaba en lo cierto, y las veces restantes era el otro hermano.


Guillermo Muzzo estaba silenciosamente enamorada de una vecina y quería saber si su amor iba a ser correspondido con el tiempo, por lo que decidió consultar a los siameses. Averiguó entre las personas del barrio y descubrió que los videntes en realidad no eran siameses, pero que los llaman así ya que ellos aseguraban estar unidos por el alma; se llevaban 2 años de diferencia y sólo eran hermanos por parte de madre, por lo que tenían distintos apellidos.


Una tarde de invierno el Tano Muzzo juntó valor y fue a consultar al oráculo. Al preguntar si ella lo amaría uno de los hermanos dijo que ella nunca lo amaría, el otro dijo que ella lo amaría, pero no duraría para siempre. Guillermo pagó la consulta y se fue.


Al alejarse de la casa uno de los vecinos le preguntó cómo le había ido y el Tano, sin detener la marcha, contestó cabizbajo "El destino es muy predecible".

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