jueves, 29 de mayo de 2008

Falsificar por Amor al Arte

Es curioso, pero se puede saber con exactitud cuándo y dónde nació. Entre las largas listas de falsificaciones que hizo no se encuentra ninguno de sus documentos. Nunca alteró su partida de nacimiento, ni su documento. Su pasaporte siempre fue legal. Pero sus falsificaciones nunca serán olvidadas.


Su amor por la falsificación comenzó a temprana edad. Empezó haciendo monedas en las horas que su mamá le daba plastilina para que se entretuviese mientras ella trabajaba como oficinista. Claro que aquellas primeras falsificaciones no engañaban a nadie, pero con el tiempo fue mejorando.


Dicen que en las paredes de la casa que lo vio crecer quedaron como recuerdo de su paso sus primeras incursiones en la falsificación de obras de arte. Comenzó con la falsificación de pinturas abstractas y algunos trabajos de Mondrian. Con la práctica fue soltando la mano y en el mejor momento de su carrera llegó a pintar como los grandes maestros.


A los 14 ó 15 años comenzó a falsificar dinero. Nunca buscó beneficiarse económicamente con su trabajo, pero las medidas de seguridad de los billetes le resultaban un desafío muy atrayente.


Hay quienes aseguran que el billete de 20 pesos fue un invento suyo. Fue tan perfecto su trabajo al copiar las marcas de agua y sellos que todo el mundo creyó que eran verdaderos y aceptaban estos nuevos billetes sin chistar. Cuando las autoridades del Banco Central cayeron en cuenta de lo que estaba pasando era demasiado tarde y decidieron dejar que los billetes siguieran circulando libremente. En ése momento dejó de fabricarlos.


Cuando incursionó en el arte buscó siempre que sus obras se asemejasen a las originales para que nadie pudiese decir cuál era la verdadera. Quizás era eso lo que buscaba: saber que podía pintar tan bien como Da Vinci, Van Gogh ó Picasso.


Casi sin desearlo, sus obras comenzaron a ser mejores que las originales. La gente comenzó a notarlo y hasta organizaron una exposición con las "falsificaciones ascendentes", como las llamaron. Semejante reconocimiento lo desalentó, y dejó de pintar.


"Una buena falsificación no puede ser ni mejor ni peor que el original. Cuando se puede diferenciar el original de la copia, ya sea por sus mejoras o por sus faltas, la falsificación deja de ser buena." dicen que contestó cuando le preguntaron por qué había abandonado su prometedora carrera como falsificador ascendente.


En los últimos momentos comenzó a caricaturizar las obras que tomaba como modelo "como forma de protesta contra un mundo que no entiende el valor artístico de la falsificación", según el mismo declaró en una entrevista. Quienes llegaron a ver estas últimas obras antes de que pasaran al olvido recuerdan una Gioconda guiñando un ojo con complicidad y mostrando un generoso escote; y el billete de 50 pesos con un Sarmiento sonriente luciendo un prolijo flequillo. "Siempre dijo que el mal humor de Sarmiento se debía a que odiaba la calvicie.", recuerda un vecino que dice haber tenido el billete en sus manos.


Ya retirado y de regreso en el pueblito donde creció, de vez en cuando dibuja a mano un billete de 3 pesos para jorobar al kiosquero de la esquina.

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